En el anterior artículo planteamos el dilema al que
nos lleva siempre la “cadena”: o nos quedamos con el absurdo o buscamos una solución.
Lógicamente, rechazamos el absurdo y nos quedamos buscando la solución a la
cuestión de por qué existen las cosas.
Sabemos que la solución no está en la cadena, así
que hay que buscarla fuera de ella. Esto nos exige (por así decirlo) “saltar de
plano” sin abandonar, por supuesto, la racionalidad. Ahora bien, ¿cómo?
Solo hay una posibilidad: que exista un ser que
tenga la razón de existir en sí mismo. Un Ser que sea la razón última de
todo lo que existe (por ejemplo el ordenador del primer artículo). Un ser
espiritual, necesario, único e infinito, causa última de todo lo que existe.
Esta es una solución por exclusión: todas las
posibles opciones llevan al absurdo menos esta. Es una idea inabarcable para la
mente, pero es lógica (un Dios creador) y racional (no repugna a la
inteligencia). Y si todas las posibles
soluciones llevan al absurdo, excepto una que es lógica y que explica todo,
la única postura honesta es aceptarla.
A esta solución la llamaremos DIOS.
Y si hablamos de dios tenemos que hablar de religión
(o religiones) pero eso lo dejamos para el miércoles.
Los Tres Mosqueteros
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